lunes, 15 de septiembre de 2008

Taz, taz.

Taz no es el demonio de tazmania.
El sábado que paso fue la primera comunión de mi sobrina y como es costumbre nos reunimos en casa de mi hermano a almorzar, conversar y compartir. Yo recuerdo que de niña esas reuniones eran mis preferidas ya que todos los adultos andaban tan entretenidos conversando, bailando o tomando, que se olvidaban un buen rato de nosotros, en pocas palabras éramos libres; jugaba con mis hermanos, con mis primos carnales y de cariño hasta saciarnos, hasta se nos acababa la lista de juegos y nos inventábamos otros (los mas cercanos recordaran la sopa de anticucho mezclada con tierra, pasto y agua de caño que hicimos con Paola y Johana, en no se que celebración en casa de la tía tita) En fin, este sábado, y cada ocasión en que me reúno con mis familiares, me alegro porque mis hijos disfrutan de lo mismo y yo ni que decir; disfruto como niña el que ellos estén entretenidos para yo conversar, si es que se me da la gana, de la inmortalidad del mosquito. Este sábado, mientras algunos varones hablaban sobre el partido Perú-Argentina algunas de nosotras terminamos hablando sobre la brecha generacional de los castigos, ¿que significa esto? Pues como nos castigaban a nosotros y como castigamos ahora a nuestros hijos. Y hay que ver las salvajadas que nuestros papas hacían con nosotros, felizmente aun estamos vivos, criando a nuestros vástagos y riéndonos a carcajadas de las técnicas psicológicas que nuestros progenitores utilizaban para corregirnos. Y es que para ellos todo valía, todo lo que se tenía a la mano para lanzárnoslo cuando los sacábamos de quicio. Desde el popular zapatazo hasta el “ahora te agarro a escobazos” y quien no haya merecido golpe alguna vez por andarse de rebelde sin causa, que lance la primera piedra (pero que no le caiga a nadie). Algo que me causo mucha gracia fue el comentario de que no se debe golpear con la mano y la conclusión a la que llego mi familiar de: “por eso mi mamá nos castigaba con la manguera”. Y la verdad de la mermelada es que criar no es ninguna tarea fácil, no señor, pero porque nuestros crios tienen el talento para medirnos, para estudiarnos y para saber exactamente qué nos molesta y (lo peor de todo) de atreverse a molestarnos, no se si por llamar la atención o solo porque “ese día” (al igual que cualquier adulto) amaneció cruzado. Yo por mi parte a veces he tenido que recurrir a la tradición familiar, lo evito, pero a veces me he visto obligada y luego me agarra la culpa y ahí esta el error. Si les vas a dar y te vas a sentir culpable mejor piénsalo antes. Si ya lo hiciste asúmelo, porque el castigo físico no es el camino para corregir. Como todo en este mundo el exceso hace daño, y los castigos físicos injustos lo hacen más, pero también hoy en día hay tanta información, hay programas de televisión especializados, hay libros, por ultimo los psicólogos de familia casi, casi a la vuelta de la esquina que nos desorientamos y nos sabemos cual de los caminos es el mejor y repetimos lo que nuestros padres hicieron con nosotros. Yo opto por lo general por el “tiempo fuera”, pero a veces me he visto sobrepasada, sobre todo cuando los tres se confabulan. Y si alguna se fue a confesar por causa de un porrazo o por un zapato que de pronto salio volando, bueno hay que pensar en que a veces puede hacer la diferencia entre el árbol torcido y uno que va derecho hacia arriba. Pero si nos exedemos y no buscamos otras estrategias tambien nos puede separa de nuestros hijos.